CAMBIO CLIMÁTICO: UNA CRISIS QUE EMPIEZA EN CASA Y CONTINUA
Mientras que en Argentina muchas de sus Provincias atraviesan jornadas de calor primaveral en pleno invierno, otras sufren heladas extremas, tormentas intensas y vientos que superan los 100 km/h, alterando por completo la vida cotidiana. ¡Ah! y los incendios forestales tampoco dan tregua.
En Argentina , la tierra parece estar emitiendo un grito silencioso de agotamiento. En Catamarca, más de 800 hectáreas de monte nativo fueron arrasadas por el fuego tras una quema de pastizales mal controlada. El incendio se propagó rápidamente debido a las altas temperaturas, la sequedad del ambiente y el viento Zonda, dejando imágenes de desesperación, destrucción y pérdidas irreparables.
En la Patagonia, hace poco meses atrás, un incendio destruyó más de 31.000 hectáreas de bosques nativos. Se perdieron hogares, se evacuaron comunidades enteras, y muchas especies animales —algunas en peligro de extinción— se quedaron sin hábitat.
Frente a estos hechos, surge una primera pregunta: ¿Esto es natural? ¿O es el resultado de nuestras propias acciones?
La respuesta no es solo técnica. Nos exige mirar de frente el vínculo directo entre nuestro estilo de vida, nuestras decisiones, y el desequilibrio ambiental que enfrentamos. Y mientras escribimos esto.. leemos que en Rusia las inundaciones ya afectan incluso a Moscú, mientras en China enfrentan olas de calor con temperaturas por encima de los 50 grados.
Entonces, aparece una segunda pregunta: ¿Vamos a seguir mirando para otro lado, naturalizando lo que está pasando en todo el mundo?
O vamos, como se dice popularmente en Argentina, a tomar el toro por las astas y exigir políticas reales, leyes firmes y sanciones concretas para proteger nuestro planeta, nuestra casa común de todos.
Porque no se trata solo de un reclamo ambiental. Se trata de justicia generacional. De entender que el futuro no nos pertenece, sino que es de las futuras generaciones.
Y que hoy, en el presente, tenemos la responsabilidad de reparar el daño del pasado y construir un mundo más justo e igualitario.
El cambio climático no es una casualidad. Es una realidad. Y frente a esa realidad, ya no hay más tiempo que perder.
Es momento de escuchar con responsabilidad y reaccionar con urgencia.
La naturaleza no se equivoca. Somos nosotros quienes debemos cambiar el rumbo.
Y la oportunidad de hacerlo distinto, es ahora.



