El 17 de octubre, en el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, es fundamental reflexionar sobre una de las vertientes más invisibles y complejas de la pobreza: el maltrato social e institucional. Este año, se pone especial énfasis en cómo las personas que viven en la pobreza no solo enfrentan carencias económicas, sino también una violencia silenciosa pero devastadora, que las margina y estigmatiza. En esta nota te comentaremos acerca de las últimas novedades que nos brinda el último informe de la UCA a nivel nacional y sus estadísticas con el fin de conocer datos reales y ver de que forma podemos colaborar como sociedad para avanzar en términos de desarrollo sostenible. El maltrato social comienza con la discriminación cotidiana. A las personas en situación de pobreza se las juzga y culpabiliza por su realidad. Se les estigmatiza por su apariencia, acento o falta de oportunidades para expresarse. Este trato hostil muchas veces deriva en un maltrato institucional, donde las políticas públicas, lejos de ser un soporte, se convierten en un muro de exclusión. La falta de acceso a derechos fundamentales como la salud, la educación, la vivienda o la identidad jurídica profundiza la injusticia. La Agenda 2030 nos recuerda, a través del ODS 16, que construir sociedades justas, pacíficas e inclusivas es esencial para erradicar la pobreza. El maltrato social e institucional no solo perpetúa la pobreza, sino que destruye el potencial humano y priva a las personas de su dignidad, afectando gravemente su autoestima y su capacidad de salir de esta situación. Es imperativo reconocer que la pobreza no es solo una cuestión económica. Las violencias estructurales que enfrentan las personas en situación de vulnerabilidad, exacerbadas por cuestiones de género, raza, etnia u orientación sexual, deben ser combatidas de manera conjunta. Si queremos cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, necesitamos un cambio profundo en la forma en que nuestra sociedad y nuestras instituciones tratan a las personas que viven en la pobreza. Hoy, más que nunca, es hora de unir fuerzas y generar políticas inclusivas que garanticen el respeto a los derechos humanos, la igualdad de oportunidades y una vida digna para todas las personas. Solo así podremos avanzar hacia un futuro más justo y sostenible. La situación de pobreza en Argentina es alarmante. En el primer semestre de este año, la pobreza alcanzó al 52% de la población, el porcentaje más alto registrado desde 2004, mientras que la indigencia afectó al 17,9% de los argentinos, según estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA). Estas cifras no solo reflejan una crisis económica profunda, sino también el impacto de un sistema que sigue marginando a quienes más lo necesitan, intensificando el maltrato social e institucional que perpetúa la pobreza y la exclusión. Dos fenómenos claves explican el aumento alarmante de la pobreza en el país. Por un lado, la pérdida de puestos de trabajo en el sector informal, que afecta directamente a quienes ya están en una situación de vulnerabilidad y sin acceso a redes de seguridad social. Por otro lado, las bajas remuneraciones de los trabajadores formales del sector privado, cuya capacidad adquisitiva se ha visto gravemente erosionada. Estos factores no solo contribuyen a que los números de pobreza e indigencia se disparen, sino que también alimentan el círculo vicioso de exclusión, precariedad y maltrato social e institucional. Como una organización de la sociedad civil que tiene la Agenda 2030 como hoja de ruta, creemos que la erradicación de la pobreza solo será posible mediante una acción colectiva que aborde tanto las causas estructurales como las consecuencias visibles e invisibles de este flagelo. Es crucial fomentar la creación de políticas públicas inclusivas que garanticen empleos dignos, protección social y salarios justos para todos los trabajadores, tanto formales como informales. Además, debemos trabajar en la sensibilización social para erradicar el estigma y la discriminación que perpetúan el maltrato social e institucional hacia quienes viven en la pobreza. Desde la Organización para el Desarrollo Sustentable, reafirmamos nuestro compromiso de seguir impulsando alianzas entre el sector público, privado y la sociedad civil, tal como lo establece el ODS 17, para crear soluciones sostenibles que garanticen sociedades más justas y equitativas, donde todos tengan la oportunidad de vivir con dignidad. Te invitamos a ser parte de la transformación en valores que proponemos por un mundo más justo, pácifico y sostenible para todos, a través de nuestro Programa de Voluntariado para no dejar a nadie atrás.